Aún
te recuerdo así
Te
recuerdo desnuda en aquel cuarto
Las
mariposas de trapo revoloteando
Y
tú, inmaculadamente bella
Zianya,
mi mejor embrujada
Rodeada
de fantasmas sin encanto
Y
entonces el amor era como un niño
Que
todavía no nacía muerto
Y
entonces tu nombre era mi única oración
Te
recuerdo desnuda, Zianya
Dándome
una mamada
Entre
el silencio y la lujuria
A
punto de estallar
Y
nada se comparaba
A
ese lento veneno de orgasmos y versos
Diluyéndose
En
la más dulce gota de nuestro placer
Poderosas
flores en tu vientre infecundo
Y
en la ventana las luces
El
cadáver de la ciudad en estado de gracia
Te
recuerdo con tus ojos tatuados de jeroglíficos
Que
nunca me interesó resolver
Tomados
de la mano perdidos en el sueño
Como
caimanes en agonía sobre la nieve
Y
esta noche tendrás tu poema
Por
qué de alguna manera sé que
Mis
palabras te alcanzan.
Las
mejores horas son aquellas perdidas
Las
horas sin retorno, Zianya
Porque
el único pecado es el arrepentimiento.
Francisco Jaymes
Los demonios de la carne [Poemas selectos]
Vanguardia Editores.
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